RESCATANDO A WENCESLAO DE LA HISTORIA

 

Wenceslao Rodríguez Rodríguez.

Fotografías y textos. Diana Rivera. 2015.

En 1961 entraba al batallón Ricaurte de Bucaramanga a los 18 años Wenceslao Rodríguez Rodríguez, joven porteño, quien llevaba ya 6 años pescando animales de mar y otros tantos practicando el atletismo en los alrededores de Puerto Colombia y Tubará, deporte que por esos años disfrutaba de la gloria gracias a personajes como: Víctor Mora, “La cobra”, Julio Hernández, campeón nacional de atletismo y mentor del protagonista de esta crónica; y muchos otros que no rescata la historia.

Ejerciendo su especialidad militar de fusilero, Wenceslao empezó a representar a su pelotón en las competencias organizadas entre pelotones, de allí salían directo a competir por su compañía de batallón, para finalmente encontrarse entre los mejores atletas nacionales dentro del ejército. En 1963 de regreso a Barranquilla como soldado del batallón Nariño, aprovechando la coyuntura que se vivía en aquel entonces con el atletismo en Puerto Colombia, este deportista empezó a transmitir sus conocimientos a un grupo de jóvenes soldados que se apuntaban los fines de semana a entrenar, participar u observar todo lo que ofrecía el municipio, entre ello las reconocidas carreras de 12,18 y 20 km organizadas por Carlos Mendoza.

En 1964 Wenceslao empieza su carrera de atletismo fuera de las ligas militares, participando en la maratón de “El Club los Caribe” que se organiza cada 20 de julio hace 51 años; allí corrió en la categoría juvenil, luego en la elite y finalmente en la máster, donde a sus 54 años decidió retirarse del campo competitivo y tomar el deporte como la mejor manera de llevar un estilo de vida saludable, manteniendo un excelente estado físico. A parte de la maratón organizada por los trabajadores de Colpuerto, participó en la maratón del 12 de octubre, 7 de agosto, en la de las fiestas de la Virgen del Carmen y en la maratón en honor al cumpleaños del Muelle de Puerto Colombia. Sus pies recorrieron la maratón San Silvestre de Chiquinquirá (15km), la de Santa Isabel de Cabal en Sitio Nuevo Magdalena y la del barrio El Bosque (14 km). También las que realizaban en el corregimiento La Playa (8 km), las que organizaba la CUC y muchas otras que se gestaron en el departamento del Atlántico y a nivel nacional.

Nunca vivió del atletismo. Aquellos arriesgados que creyeron que esas piernas veloces no tenían otra opción que seguir corriendo, hicieron parte de un reducido grupo de entidades privadas y muy de vez en cuando públicas, que le facilitaron el camino en ese momento, como: el club “Los Caribe” y “Los Embajadores”, La tienda “El Faro”, los bares Caribe, Toledo y Atlántico; entre otros negocios del municipio de Puerto Colombia y Barranquilla. Cuando no lograba conseguir quien le suministrara la oportunidad de alimentarse de la adrenalina que le producía competir, le tocaba hacer el máximo esfuerzo para cumplir con sus obligaciones económicas y a su vez, poder desempeñar su pasión, su talento, lo que le quitaba el sueño día y noche: el atletismo.

Durante mas de treinta años la rutina de Wenceslao estuvo cargada de deporte, pesca y atarrayas. A las siete de la mañana tomaba su cucharada de miel de abeja con manteca de tiburón; luego, durante dos horas, corriendo entre pavimento, caminos de herradura y playa, le daba siete vueltas a Puerto Colombia y cuando su cuerpo se prestaba, cargaba un maletín con 55 mangos maduros dentro de éste para aflojar las piernas y coger resistencia. Antes del atardecer se encontraba sentado, en silencio y atento a su pesca o se dedicaba, cuando le solicitaban de su talento, a tejer atarrayas para poder levantarse al día siguiente con dinero en su bolsillo y seguir entrenando para sus competencias.

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En la década de los setenta, Wenceslao ya gozaba de la reputación de ser el mejor atleta del municipio, esto le permitió adquirir ciertas responsabilidades en el campo deportivo, convirtiéndose así en el instructor físico de la selección de fútbol de Puerto Colombia, allí logro traer la copa de los juegos intermunicipales y posicionar a la selección durante varios años como una de las más influyentes del departamento.

Tuvieron que pasar dos décadas, para que a mediados de los noventa lograra llevar a cabo la ingeniosa idea de abrir una escuela de atletismo con el apoyo de la alcaldía, y de no ser por la poca continuidad en las iniciativas que se gestan dentro de las instituciones públicas de nuestra sociedad, donde las políticas del gobierno de turno terminan aniquilando lo que podrían llegar a ser exitosas políticas de Estado, hoy el territorio contaría con un establecimiento especializado en la formación de atletas, donde el deporte se incluyera en la vida de los individuos desde pequeños, incentivando la seguridad de poder llevar a cabo una carrera deportiva.

Luego de dos años las puertas de esta idea se cerraron, frustrando el sueño de Wenceslao y al mismo tiempo dejando el vacío de una generación de atletas profesionales en pleno siglo XXI en este lugar, donde los mejores representantes de Colombia de este deporte pisaron fuerte, muy fuerte.

Él solo sigue pidiendo a gritos, a sus 71 años de edad, dos cosas: primero, que las instituciones educativas del municipio de Puerto Colombia analicen la importancia de implementar fuertemente en la vida de los estudiantes el deporte, cualquier tipo de deporte; es desde allí donde se puede sembrar un mayor interés en la escogencia de un estilo de vida deportiva, que a su vez influenciara positivamente en el resto de campos de la vida de cualquier individuo. Y segundo, espera aún en vida poder tener la fortuna de disfrutar del homenaje que se merece, siendo el único atleta en la historia que ha representado a nivel nacional al municipio.

Wenceslao, desde estos renglones que son tan cortos para expresar un respeto hacia una carrera llena de triunfos y dificultades, que hubiese podido llegar tan lejos como tus pies lo permitieran, si estuviéramos en algún lugar donde se prestara mayor atención a estos proyectos de vida y no a la violencia, la corrupción o la desidia; te rendimos un homenaje por ese esfuerzo continuo y sin pretensiones que has hecho durante tantos años, para cumplir tus sueños y los de tu lugar de origen. Muchas Gracias.

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